Toniná: La Montaña Sagrada que Habla de Tiempo y Sacrificio en el Corazón Maya


En el corazón del exuberante Valle de Ocosingo, en el estado de Chiapas, se alza Toniná, un sitio arqueológico maya que es mucho más que un conjunto de ruinas: es un testimonio monumental de una civilización compleja, un crisol de poder, ritual y arte. Este fascinante lugar, cuyo nombre en lengua tzeltal se traduce como «El lugar de las casas de cal y canto, y techo de lo mismo», siendo ton la piedra preciosa verde (que también significa tiempo y grano de maíz) y na casa, nos invita a desentrañar sus misterios y su profundo significado en el tejido cultural de Mesoamérica.


Un Viaje a Través del Tiempo y el Espacio

Toniná se asienta estratégicamente en una cordillera montañosa a 900 metros sobre el nivel del mar, aprovechando la roca madre y el cerro natural. Su ubicación es clave, funcionando como una zona de transición entre las Tierras Altas y las Tierras Bajas del sur maya, lo que le confirió una configuración cultural y ambiental diversa, desde bosques de coníferas hasta selva alta perennifolia.

La ocupación de Toniná abarca un extenso período, desde el año 100 a.C. hasta el 1100 d.C., mostrando una evolución y adaptación constantes a lo largo de los siglos. El sitio es un ejemplo espléndido del «urbanismo piramidal» del México antiguo, diseñado como un escenario que refleja el orden y la armonía del movimiento cíclico de luces y vientos, aguas y fuegos. Sus calles, escalinatas, plataformas y templos fueron concebidos como rutas sagradas por donde circulaban las procesiones del tiempo y de los seres humanos.

Destaca su gran pirámide, compuesta por siete plataformas, que la convierten en la acrópolis de mayores dimensiones del México neolítico [169, Toniná section of previous turn’s article]. Esta imponente estructura, junto con sus templos y palacios, caracteriza un estilo regional distintivo, adornado con numerosas estelas de forma circular y modelados de estuco.

Reyes, Rivales y el Tejido Político Maya

Toniná fue la sede de los «divinos señores de Po’» (k’uhul’ po’ ajaw), una entidad política poderosa. A diferencia de lo que se creía en algún momento, Toniná y Palenque no eran aliados, sino entidades políticas distintas y, de hecho, enemigas. La primera mención del glifo emblema de Toniná se encuentra en un trono de Chinikihá en 573 d.C., refiriéndose a la captura de un personaje de Toniná, lo que ya indica su importancia temprana. Los dirigentes de Toniná, como K’inich Hix Chapaht (o K’inich B’olon Chapaht), nombraban señores menores con títulos como aj k’uhuun y nuun, quienes mantenían un papel importante y se asociaban a la dinastía local.

El Lenguaje de los Rituales: Cuerpos y Símbolos

La arqueología en Toniná ha revelado prácticas rituales profundamente enraizadas en la cosmovisión maya, muchas de ellas relacionadas con el sacrificio humano. Las plataformas quinta y sexta de Toniná, en particular, se identifican como escenarios liminales para la realización de estos rituales. Un elemento clave en la sexta plataforma es el «Altar Rojo» o «andamio de cráneos», donde se han encontrado huellas de agujeros de postes que Taube (2017) sugiere fueron utilizados para exhibir segmentos corporales.

Entre las técnicas de sacrificio identificadas, se incluyen:

Extracción de corazón: Evidencia de cortes sobre hueso en la región interna de las costillas, sugiriendo el acceso al corazón. Se han documentado las técnicas C y D, siendo la técnica C asociada únicamente al Posclásico en el área maya, posiblemente introduciendo nuevos patrones rituales.


Decapitación: Las lesiones en las vértebras cervicales, desde la cuarta hasta la sexta, indican que los cortes se realizaron por debajo del hioides, una técnica que habría provocado un gran chorro de sangre, fundamental en ciertos rituales. Un análisis de las inscripciones de Toniná por Maricela Ayala Falcón sugiere que el relieve de estuco, que fue el objeto de su estudio, representa un drama histórico que incluye la decapitación de un gobernante cautivo.


Desollamiento: Esta práctica póstuma al sacrificio humano es antigua en el área maya, con evidencia en Toniná, incluyendo el uso de la piel en el cuerpo entero durante el Posclásico, reflejado también en esculturas de El Salvador.


Procesamiento de restos óseos: Los hallazgos en Toniná incluyen huesos con evidencia de exposición térmica directa e indirecta, lo que sugiere que los cuerpos desarticulados fueron hervidos para derretir la grasa ósea y posiblemente para fines de antropofagia. También se encontraron restos de un pigmento negro o betún en aplastamientos óseos, posiblemente utilizado como emoliente para facilitar la desarticulación, un detalle similar a los hallazgos en Tlatelolco.


Utilización de huesos humanos: Se ha identificado el uso de huesos, como mandíbulas perforadas, para la creación de objetos de ornato o herramientas, una tradición que se remonta a la antigüedad en Mesoamérica.


Cosmovisión y Vida Cotidiana Reflejadas en la Piedra

La dualidad entre el espacio y el tiempo es una constante en la poesía inspirada en la Selva Lacandona, que se conecta con la cosmogonía maya y la cultura solar. La representación cuatripartita del universo maya, conocida como el quincunce, se manifiesta en la disposición del sitio y en la interpretación de sus relieves.

La escritura jeroglífica, presente en estelas y dinteles, no solo narra eventos históricos, sino que también era un medio de comunicación entre dioses y hombres. Los escribas mayas, o poetas visionarios, unían el espacio y el tiempo a través de la representación gráfica de la palabra, conocida como sabaktab.

La vida cotidiana también se entrelazaba con lo sagrado. La música era un componente vital, con instrumentos como la flauta (amay), el tambor (k’ayob) y la guitarra (kitara). San Miguel, un personaje de la tradición maya, es incluso considerado el patrón de los músicos. La ceremonia del Hetzmek, un rito de nacimiento maya, buscaba dotar al niño de las facultades necesarias para su desarrollo, poniendo en sus manos instrumentos de trabajo, un reflejo de la importancia del oficio en la comunidad.

Toniná Hoy: La Arqueología en Acción

Desde 1980, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha estado a cargo de las obras de reestructuración del basamento piramidal de Toniná y de la gran plataforma abierta al público. Arqueólogos como Juan Yadeun Angulo, Óscar Reyes Sánchez y Margarita Espinoza han liderado importantes trabajos de campo y topográficos.

Toniná es una ventana inigualable a la complejidad de la civilización maya, ofreciendo no solo la majestuosidad de su arquitectura, sino también una profunda visión de sus creencias, rituales y la vida de sus habitantes. Cada piedra, cada glifo y cada hallazgo óseo nos sigue contando la historia de esta enigmática ciudad, invitándonos a continuar explorando y maravillándonos con el legado de las rutas antiguas que aún hoy resuenan con nuevos descubrimientos.



Museo de Sitio de Toniná

En 1998, el arquitecto Carlos Lozano tuvo a su cargo, bajo la supervisión del arqueólogo Juan Yadeun Angulo, la edificación de un recinto que alojara y preservara el patrimonio de esta zona arqueológica. El 1 de julio de 2000, se inauguró el Museo de Sitio de Toniná.


Esta construcción se encuentra en un sitio transitorio entre la selva chiapaneca y el bosque. Su acervo se constituye por diversos vestigios de la historia de la cultura maya, tales como utensilios de uso cotidiano, esculturas de tipo militar, religioso y político, y piezas de las dinastías que gobernaron Toniná.



Es un inmueble de una sola planta con dos salas de exposición (salas A y B)
Difunde un panorama histórico de la cultura maya según sus mitos de origen, reunidos en el libro sagrado del Popol Vuh, con la intención de dejar constancia de la concepción histórica y mitológica expresada en los restos materiales de los mayas asentados en esta ciudad prehispánica.


La colección está conformada por objetos arqueológicos del sitio, como esculturas de piedra con representaciones de dioses y gobernantes o con inscripciones y grabados vinculados a su cosmovisión.


Destaca la reproducción del friso-mural de estuco donde se representa la noción maya de las cuatro edades de la humanidad. Igualmente se encuentra un grupo de discos-marcadores del tiempo, que representa la secuencia de la historia humana y divina de los mayas.


La entrada al museo se localiza en el lado sur, donde hay una estela realizada por el arqueólogo Juan Yadeun Angulo con la cuenta maya 12 baktún, 19 katún, 7 tun, 0 uinal, 0 kin, que corresponde al 13 de julio del año 2000, fecha de inauguración del museo. Las piezas arqueológicas en exhibición son originales, todas recuperadas del sitio. La primera sala ofrece una representación del inframundo, por ello se encuentra en un nivel inferior y es necesario subir 13 escalones para acceder a la sala siguiente, donde es posible admirar ofrendas, esculturas de gobernantes y discos conmemorativos con escritura glífica dedicadas al supramundo, la vida y los gobernantes.

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